Respuesta a un artículo publicado en La Vanguardia en contra del consumo del aguacate. - Finca San Antón
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Respuesta a un artículo publicado en La Vanguardia en contra del consumo del aguacate.

 

Aguacateros y naranjos

Aguacates en Finca San Antón. Dejamos que la naturaleza actúe.

 

En los últimos años del siglo pasado apareció un término nuevo denominado «Infoxicación» para definir el denominado «síndrome de fatiga de la información«. El origen de este síndrome es la gran cantidad de información que nos llega, y que no somos capaces de asimilar. Han pasado más de veinte años desde que apareció el concepto, y desde entonces el bombardeo permanente de información se ha multiplicado exponencialmente. Ya no solo recibimos información a través de los medios disponibles a finales de los años 90. A aquellos se han sumado de una manera muy agresiva las redes sociales con el tremendo desarrollo que han tenido en los últimos 20 años. Pero no solo los que recibimos la información estamos saturados, sino que los que la escriben también lo hacen muchas veces «de oídas», sin contrastar si lo que están lanzando a los medios es verdad, media verdad o mentira. De ahí el auge de las llamadas «fakes news«, que tan de moda están en estos días.

Como he dicho antes, recibimos tal cantidad de información que no somos capaces de analizarla y convertirla en conocimiento, sino que por el contrario nos quedamos con los titulares y los damos por ciertos, sin cuestionar la mayoría de las veces lo que nos llega. En este sentido, he podido leer un artículo del periódico La Vanguardia en el que se dice que un Chef se niega a servir aguacates en su restaurante por considerarlos un «diamante de sangre». (Leer artículo de la Vanguardia) Concretamente JP McMahon, chef con una estrella Michelin dice: «No los uso por el impacto que tienen en los países de los que provienen: la deforestación en Chile, la violencia en México». Desde esa perspectiva, el Sr McMahon no debería usar en su restaurante ni café, ni azúcar, ni té, ni plátanos… ni casi nada. De entrada, toda superficie agrícola sobre este planeta fue antes un bosque, un matorral, un pastizal o cualquier otro ecosistema primigenio, y en la mayoría de los casos, sin duda, bosques que se han deforestado.

 

El mismo artículo hace referencia a una información aparecida en The Independent (no la he contrastado, la verdad) en la que dice que «los bosques se están reduciendo para dar paso a plantaciones de aguacate. La agricultura intensiva a esta escala contribuye a las emisiones de efecto invernadero por su propia naturaleza y ejerce presión sobre los suministros locales de agua». Lo indicado por The Independent con respecto a la agricultura intensiva del aguacate es aplicable, desgraciadamente, a cualquier actividad agrícola intensiva, sea para el producto que sea. Por otro lado, tampoco el rotativo tiene en cuenta que muchas de las zonas que ahora se están sembrando de aguacates lo son en sustitución de otros cultivos menos rentables.

 

Pero, por centrar el tema, voy a dar algunos datos obtenidos de las estadísticas que publica la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), relativas al año 2016. En este año, la producción mundial de aguacates no llegó a las 5,6 millones de toneladas. De ellas, el 34% fueron producidas en Méjico. O viéndolo por el otro lado, el 66% fueron producidas en el resto del mundo, para conocimiento del Sr. McMahon. Si en Méjico hay un problema de cárteles, no se debe de culpar de ello a los aguacates, sino a la avaricia y crueldad humana en el mejor de los casos, y el no comprarlos no va a eliminar las mafias, sino a perjudicar a miles de agricultores pequeños que en este cultivo tienen su sustento, sean de Méjico (que no creo que toda la producción de este país esté bajo el control de los cárteles) o de cualquier otro sitio. Hay además otras muchas partes del mundo donde se pueden comprar. Entre ellas nuestra costa, que los produce de muy buena calidad. La superficie mundial dedicada al cultivo del aguacate fue de 564.175 hectáreas, lo que equivale a 5.641 Km2. Si comparamos este dato con el cultivo del maíz, al que en 2016 se dedicaron 188,2 millones de hectáreas (1.881.764 Km2), vemos que en el mundo se dedica al cultivo del aguacate el 0,3% de lo que se dedica al maíz. ¿Qué pasa con las praderas de Estados Unidos, donde se dedican 351.000 Km2a este cultivo, o con las de China que ocupan 390.000 Km2?Hablar de deforestación en Chile y no tener en cuenta que Brasil, con la gran cantidad de bosques que tiene, dedicó 330.000 km2al cultivo de soja en el año 2016, mientras que Chile dedicó al aguacate escasos 300 km2(1.100 veces menos) me parece poco serio. Hasta donde yo conozco, el problema principal que tiene Chile con respecto a los aguacates, es de disponibilidad de agua. Pero esto es una cuestión para otra reflexión.

 

Otros datos de interés podrían ser, a modo de ejemplo, el cultivo de la ya citada soja, cuyo principal productor es Estados Unidos. La superficie dedicada a aguacates a nivel mundial representa el 0,5% de la que se dedica a soja, o el 2,1% de la que se dedica a caña de azúcar y el 12% de la que se dedica a plátanos. Estos cultivos han supuesto deforestaciones masivas en tiempos relativamente recientes, siguen implicando deforestación y eliminación de ecosistemas primigenios, y desafortunadamente no se puede descartar que en ciertos casos haya podido haber tramas de corrupción e incluso delincuencia asociados a su explotación.

 

Por tanto, creo que hay que tener en cuenta más información de la que aparece en este artículo para decidir si el aguacate se debe consumir o no. La economía mundial, y por ende la agricultura, se ha globalizado. Estamos en un mundo global que ha de ser tecnológico si queremos seguir en él. Hay muchos errores que debemos corregir, por supuesto, entre ellos ser capaces de filtrar la información que nos llega. El hecho de que un señor, o unos cuantos –porque la moda se está extendiendo– decidan que no se ha de consumir un producto que ocupa una parte insignificante a nivel mundial de la superficie agrícola, porque contribuye a las emisiones de efecto invernadero o ejerce presión en los suministros locales de agua, o se producen actividades delictivas en determinada zona, la verdad no le veo sentido. Es cierto todo lo que dice, pero ¿a qué escala?

 

No quiero que se entienda que lo que he expresado en los párrafos previos es una justificación a una agricultura desbocada o a actividades delictivas en torno a ella. Existen problemas que hay que solucionar, pero si mi perro tiene pulgas, la solución no pasa por matar al perro. Estoy convencido de que es posible una agricultura muchísimo más respetuosa con el medio ambiente, y que reme en el mismo sentido que la naturaleza, pero para ello hace falta conciencia, voluntad y respeto. La sensación que me dejan artículos como el que nos ocupa es que hay mucha gente contando cosas de las que no entiende, poniendo escenarios al servicio de otra mucha gente que habla de lo que no sabe. El saber no es algo absoluto, y por lo menos habría que asegurarse de lo que se está diciendo antes de lanzar afirmaciones categóricas sobre cualquier asunto y sopesar sus consecuencias.

 

Escrito por:

Julio Castro

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